jueves, 20 de noviembre de 2008

Parménides tenía razón. Heráclito tenía razón. Aristóteles no tenía razón. Tampoco Platón.El ser es. El ser es uno. Indivisible, inmutable, eterno. Si las cosas tuvieran ser, consistencia, esencia, sustancia, así sería su ser. No podría ser de otra manera.Pero las cosas no son, no tienen ser. Esto hace posible que las cosas parezcan que son.El no-ser de las cosas, por paradójico que parezca, hace posible que parezca que son.Aristóteles, en su afán de superar la contradicción entre Parménides y Heráclito, crea su teoría de la potencia y el acto. Platón a su vez, considerando que en el mundo sensible no puede radicar el Ser, traslada al mundo de las ideas el lugar donde no el caballo que relincha sino el caballo ideal existe y tiene su verdadero ser y esncia. Pero aquella contradicción es insalvable. Parménides y Herácllito hablan de dos mundos, de dos realidades completamente distintas. Entre ambas no hay ningún puente. Parménides vive en un mundo ideal. Heráclito vive en un mundo aparente, pero tan irreal como el de Parménides.Porque las cosas no tienen ser, pueden aparentar ser cualquier cosa. Es lo más razonable, lo más sencillo, lo más natural. ¿ Por qué las cosas tienen que tener una esencia, por qué tienen que tener sustancia, es decir ser ?

Veinticinco siglos después

Heráclito y Parménides se van a ver las caras